El origen de la prensa cooperativa en Cataluña: una fuente clave para el conocimiento de la historia del Cooperativismo español
por Miguel Garau Rolandi Fundació Tecnocampus-UPF, Mataró
El estudio del movimiento cooperativo y la economía social siguen presentando, en pleno siglo XXI, enormes retos. Aunque en las últimas décadas se han logrado avances considerables, todavía quedan extensas zonas de sombra, aspectos poco explorados y episodios insuficientemente documentados1. De hecho, el cooperativismo ha sido considerado por el Dr. Pere Gabriel como “el pariente pobre de la historia social2”, eclipsado por expresiones organizativas como el sindicalismo o el asociacionismo político, pese a su vital importancia para las clases trabajadoras desde los albores de la industrialización.
Una de las fuentes primarias más valiosas para afrontar esta tarea de recuperación y análisis histórico es la prensa escrita. Periódicos, boletines y revistas nos permiten penetrar en los discursos, conocer prácticas organizativas, analizar debates e investigar las dinámicas socioeconómicas que dieron pie a la eclosión y difusión del cooperativismo. En este marco, los sucesivos portavoces de los órganos federativos de los que se dotaron las cooperativas catalanas se erigen en herramientas esenciales para reconstruir la historia del movimiento.
En este breve trabajo presentaremos las cabeceras más importantes del cooperativismo catalán hasta el estallido de la Guerra Civil; analizaremos en más detalle la trayectoria de Acción Cooperatista, su publicación más longeva; y presentaremos la figura de su director durante catorce años, Joan Coloma Chalmeta, quien ha sido recientemente objeto de una biografía3. Esta obra culmina la colección Cooperativistes Catalans dirigida por el Dr. Antoni Gavaldà (URV), un proyecto editorial que a lo largo de las últimas dos décadas, y con 38 volúmenes publicados, ha ampliado decisivamente el conocimiento sobre el movimiento cooperativo en Cataluña.
Genealogía de la prensa cooperativa
La búsqueda de coordinación entre las cooperativas surgidas en Cataluña y Baleares durante el último tercio del siglo XIX culminó en 1899 con la creación de la Cámara Regional de Cooperativas de Cataluña y Baleares. Desde su inicio, la Cámara fue consciente de la importancia de contar con un órgano de expresión propio. De esta necesidad nació la Revista Cooperativa Catalana de la mano de su director, Juan Salas Antón, y su administrador, Eladi Gardó. Su primer número apareció en mayo de 1899 y se publicó mensualmente hasta mediados de 1905. Se definía como “propagadora de toda suerte de instituciones de la economía social y singularmente de las cooperativas de consumo, crédito y producción”, con el objetivo de “defender los derechos” y “propagar las aspiraciones” del cooperativismo catalán4.
En mayo de 1905 la junta permanente de la Cámara Regional y el Comité Comarcal del Llano de Barcelona decidieron transformar la revista y refundirla en un periódico quincenal titulado El Cooperador Cooperatista (1905-1911), que continuaría dirigiendo Salas Antón, junto al Dr. Radúa como redactor jefe.
Entre 1911 y 1915 el portavoz de las cooperativas pasó a denominarse El Cooperatista, ya con Radúa como director principal, pues Salas Antón marchó temporalmente a Londres. En esta etapa el portavoz de la Cámara regional continuó impulsando la consolidación del movimiento, promoviendo campañas de expansión cooperativa y articulando y difundiendo la celebración del I Congreso Nacional de Cooperativas de España, acaecido en Barcelona en 1913.
La última etapa de la Cámara Regional estuvo marcada por la publicación de Cooperatismo (1915-1920), en formato de revista, retomando Salas Antón sus atribuciones como director. Sin embargo, en 1920 se decidía la disolución de la Cámara Regional, a la cual se venían afiliando las cooperativas independientemente de su ubicación geográfica, para dar paso a una nueva Federación Regional de Cooperativas de Cataluña, que se estructuraba ahora en Federaciones Provinciales, adaptándose así a las necesidades de un movimiento cooperativo en creciente expansión.
El Congreso fundacional de la Federación Regional, celebrado en marzo de 1920, decidió también poner fin a Cooperatismo y apostar por una nueva cabecera: Acción Cooperatista, cuyo primer número vio la luz en octubre de ese año. Esta publicación lograría una estabilidad financiera y una continuidad absolutamente inusuales hasta la fecha, siendo la voz de la Federación hasta 1938, cuando la Guerra Civil truncó su trayectoria. Además, desde 1925 el periódico se publicó con periodicidad semanal, algo inédito entre las cabeceras predecesoras.
Por todo ello el papel de esta publicación en el devenir del movimiento cooperativo catalán, y el de su director durante la mayor parte del período, merecen un análisis más pormenorizado.
Acción Cooperatista durante el período de entreguerras
En un contexto marcado por las restricciones de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), Acción Cooperatista se convirtió en una plataforma indispensable para dar a conocer la actividad cooperativa alrededor del territorio y para conectarlo a los movimientos cooperativos de otros países. Joan Coloma Chalmeta, como director del mismo entre 1922 y 1934, tuvo un papel clave en lograr dar estabilidad del 15 de agosto de 1905. financiera a la publicación y en modernizar sus contenidos.
El periódico contribuyó a la interiorización y homogeneización del discurso cooperativo y a la divulgación de los principios fundamentales del movimiento cooperativo internacional entre los afiliados a la Federación. La publicación se abrió a debates que abordaban tanto aspectos prácticos como doctrinales. Aunque algunos de estos debates pudieran parecer menores, en realidad tenían un impacto significativo, ya que ayudaban a resolver cuestiones esenciales sobre el funcionamiento interno de las cooperativas para garantizar una gestión eficiente de las mismas.
En ausencia de una legislación específica que ofreciera respuestas claras a estas cuestiones -ya que ésta no llegó hasta la Segunda República-, el periódico desempeñó un papel regulador de facto. Las páginas de la publicación proporcionaban directrices basadas en los principios de Rochdale y en la doctrina cooperativa internacional. Por ejemplo, se insistía en que los beneficios de las ventas al público general debían destinarse a los fondos mutuales y no repartirse entre los socios; que las operaciones comerciales debían realizarse exclusivamente al contado; que era imprescindible contar con un fondo de reserva irrepartible o que no se debía restringir el acceso de nuevos socios a las cooperativas. Durante la II República éstas y otras medidas fueron introducidas en las leyes de cooperativas de 1931 (de ámbito estatal) y de 1934 (de carácter autonómico en Cataluña), pero mientras no hubo leyes como éstas Acción Cooperatista jugó un papel clave en la formación doctrinal de los cooperativistas de Cataluña. Asimismo, el periódico creó la Biblioteca de Acción Cooperatista, que puso al alcance de la comunidad hispanohablante textos doctrinales a precios populares, escritos por prestigiosos cooperadores catalanes, españoles e internacionales, muchos de los cuales jamás habían sido traducidos a lengua española.
En definitiva, el periódico contribuyó a crear un marco ético y normativo que orientó la actividad cooperativa. Su papel como instrumento de formación y educación fue clave, tanto durante la dictadura -cuando muchos recién llegados provenientes del sindicalismo se enrolaron en las cooperativas desconociendo sus principios, buscando refugio y apoyo ante la persecución del régimen dictatorial- como también durante la II República. En este caso, sin su intensa labor pedagógica no se habría logrado la aceptación total del marco regulador que estableció la Ley de bases de la cooperación promulgada por la Generalitat de Cataluña en febrero de 1934.
La ley en algunos de sus puntos generó reticencias entre las bases del movimiento, como en la prohibición de limitar el número de miembros afiliados a las cooperativas o en la fijación de un número mínimo de socios por cooperativa, lo que obligaba a la fusión a las pequeñas entidades si querían ser legalizadas. Sin embargo, la labor propagandística de los dirigentes de la Federación a través del periódico logró la cohesión necesaria para que la ley fuera aceptada en su integridad.
El trabajo de su director más longevo, Joan Coloma, fue vital para convertirlo en un órgano de propaganda efectivo, saneado económicamente y de alto impacto cultural y moral para toda una generación.
Joan Coloma Chalmeta, director de la prensa cooperativa y servidor público
Joan Coloma Chalmeta (Valencia, 1886 – Barcelona, 1937) fue una de las figuras más prestigiosas del cooperativismo catalán del primer tercio del siglo XX. Procedente de una familia profundamente comprometida con los ideales socialistas y cooperativistas, su madre fue la insigne Micaela Chalmeta y su padre Joan Coloma, destacados dirigentes del socialismo y del cooperativismo catalán. Tras pasar un tiempo en Francia, donde trabajó como periodista, Joan Coloma regresó a Barcelona en torno a 1917, donde se convirtió en uno de los referentes intelectuales y organizativos del movimiento.
Su papel como director de Acción Cooperatista entre 1922 y 1934 fue solo una parte de su amplia trayectoria. Desde 1920 estuvo vinculado a la junta directiva de la Federación Regional de Cooperativas de Cataluña, de forma ininterrumpida hasta 1934 en calidad de director del portavoz oficial de la Federación. Su continuada presencia en la Junta le otorgó una posición de liderazgo «moral» dentro de la organización durante el período de entreguerras, interviniendo de forma decisiva en el trazado de las grandes decisiones estratégicas de la Federación: la promoción de las fusiones entre pequeñas cooperativas locales para ganar peso económico; la creación de cooperativas industriales de segundo grado constituidas con los capitales de las cooperativas de consumo, o el fortalecimiento de la presencia catalana en el movimiento cooperativo internacional.
Intelectualmente, Coloma defendió un cooperativismo autónomo respecto de partidos políticos y sindicatos. Aunque nunca renunció a su compromiso político personal y militó en la Unió Socialista de Catalunya (USC), creía en la necesidad de mantener una identidad y actuación diferenciadas, evitando cualquier tipo de subordinación o instrumentalización de las cooperativas por los partidos y sindicatos, que, creía, sólo provocaría desunión en el seno del movimiento.
Para Coloma, a pesar de que las cooperativas beneficiaban a la clase más numerosa -la trabajadora-, no eran instituciones exclusivas de clase, sino que debían estar abiertas a toda la ciudadanía. Defendía convertir a las cooperativas en potentes agentes sociales, con la suficiente influencia económica y moral para ser capaces de constituir una alternativa al capitalismo, que de forma progresiva -implantando valores como la solidaridad colectiva o la democracia económica- lograran la completa cooperativización de la sociedad. Su objetivo a medio y largo plazo debía ser ofrecer un contrapoder popular capaz de hacer frente a los monopolios y a las grandes corporaciones capitalistas. En este sentido se inspiraba en el potente movimiento cooperativo británico o sueco.
En 1934, con el traspaso de competencias de cooperación a la Generalitat de Cataluña, Coloma, dada su probada capacidad organizativa y experiencia acumuladas, fue reclamado para poner en marcha el nuevo Servicio de Cooperación del Departamento de Economía y Agricultura, por lo que abandonó la dirección del semanario Acción Cooperatista. También ejerció como Secretario Permanente del nuevo Consejo Superior de Cooperación, y posteriormente dirigió el nuevo Servicio de Cooperación Agrícola.
Desde estos cargos, Coloma creó un cuerpo técnico especializado en cooperación dentro de la administración, inexistente hasta el momento, que asesoró y facilitó la adaptación de las cooperativas al nuevo marco normativo.
Coloma se convierte así en una figura crucial para conectar los dos ámbitos: el de la Administración Pública y el del movimiento cooperativo, siempre desde el respeto a la autonomía de este último.
En definitiva, Coloma representa a una generación de dirigentes que asumieron responsabilidades orgánicas en el período de entreguerras, que intentaban dejar atrás una fase mucho más embrionaria del movimiento cooperativo, en el que las cooperativas se desarrollaban únicamente gracias a la tenacidad y al voluntarismo de un grupo reducido de asociados, para dar paso a un cooperativismo más abierto, maduro y profesional; gestionado con criterios técnicos y orientado a una transformación social más amplia. Su liderazgo ayudó a consolidar un cooperativismo moderno, en vías de convertirse en una verdadera alternativa económica. La guerra y la dictadura truncaron esta posibilidad, y su prematura muerte en 1937 privó al cooperativismo catalán de una de sus figuras más lúcidas y comprometidas. A pesar de ello, la reciente publicación de su biografía trata de rescatar su legado del olvido.
1.- Una síntesis de lo investigado hasta ahora señalando las lagunas pendientes en: Garau Rolandi, Miguel (2020): “Los estudios sobre cooperativismo en la historiografía española: un estado de la cuestión” Bulletin d’Històire Contemporaine de l’Espagne, 54, DOI: https://doi. org/10.4000/bhce.1311
2.- Pere Gabriel Sirvent, Catedrático emérito de historia contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona. Véase su prólogo a: Casanovas i Prat, Josep (1998): El cooperativisme a Osona, Vic, Eumo, p. 9.
3.- Garau Rolandi, Miguel (2024): Joan Coloma Chalmeta. Al Servei de la premsa cooperativa i del país, Valls/Barcelona, Cossetània Edicions & Fundació Roca Galés (Cooperativistes Catalans, 38).
4.- Revista cooperativa catalana, 1, 1899, p. 1